Kant dice que espacio y tiempo son categorías que el hombre inyecta en las cosas para poder conocerlas. Creo que se refiere a estas categorías como humanas, no absolutas. Por lo tanto, es correcto decir que el hombre inyecta en las cosas sus categorías de tiempo y espacio. Lo que equivale a decir que otras formas de vida caballos, arañas, bacterias, virus, ¿células, átomos? pueden, a priori, inyectar en las cosas sus propias categorías de espacio y tiempo. Incluso puede que les sean inherentes otras categorías más allá de nuestra imaginación.
Existe un tiempo-hormiga, un espaciotiempo-bacteria, un espacio-pájaro y así, con fenómenos que les son evidentes, con eventos que representan para ellos lo mismo que representa para un humano, por caso, la idea de Dios.
Tal vez Dios sea uno de los nombres que recibe la misteriosa, inaccesible forma en que todos los hechos del universo se encadenan.
Estoy contento. Me bajé todos los cuentos y novelas de este autor, a quien conocí gracias a que un tío me compraba, cuando yo tenía no más de doce años, una colección de novela de ciencia ficción.
Para quienes ya lo conocen, les paso la web donde subieron su obra completa:
Para quienes no lo conocen, algunas frases selectas de las novelas de Dick, recopìladas por al autor de la web:
Dios no existe. Si cuando muera descubro que me he equivocado, alegaré como circunstancias atenuantes mi ignorancia y el hecho que me educaron mal. (La invasión divina)
Llamamos piadosas a las personas que hablan a Dios, y locas a aquellas a quienes Dios habla. (La transmigración de Timothy Archer)
¿Miedo a la muerte?¿Su muerte? ¿O la muerte en general? (Tiempo de Marte)
1) Dios no existe. 2) Y además es un estúpido. (Sivainvi)
No hay nada fantástico o ultradimensional en el pasto... a menos que seas un escritor de CF, en tal caso verías muy pronto el pasto sospechosamente (Introducción a «The best of PDK»)
Conozco la esquizofrenia. Es el salvaje dentro del hombre. (Tiempo de Marte)
Debería existir una cláusula obligatoria por la que, si uno encuentra a Dios, no fuera posible perderlo. (Sivainvi)
Dios ha muerto, encontraron su cadáver en 2019, flotando en el espacio cerca de Alfa. (Nuestros amigos de Frolik 8)
El famoso libro: «Cómo me levanté de entre los muertos en mi tiempo libre y también usted puede hacerlo» de A. J. Specktowsky. (Laberinto de Muerte)
Uno de los mayores actos de la clemencia de Dios es que nos tiene en perpetua ignorancia de nuestro destino. (Sivainvi)
Estoy más lejos de la satisfacción de lo que es humanamente posible. (Lotería Solar)
Se preguntó qué le diría ella si lo viera ahora, encarcelado, abandonado por su mujer y su hijo, el carburador del automóvil dañado, su cordura perdida. (Sivainvi)
Estamos en la Tierra para descubrir que lo que más quieres te será arrebatado (La transmigración de Timothy Archer)
Luchan por todas partes. Por el universo entero. Para eso es el universo. (Muñecos cósmicos)
Lo real es aquello en lo que Dios cree. (Sivainvi)
Por definición, el futuro no ha sucedido. Y si existiera el conocimiento previo, éste cambiaría el futuro, lo que invalidaría el conocimiento. (El tiempo doblado)
El universo tiene la costumbre de suprimir a los anacronismos. (Sivainvi)
El espectáculo de demagogos enviando a millones de seres a la muerte, arruinando al mundo con guerras fanáticas y derramamientos de sangre, desgarrando naciones enteras para imponer una supuesta «verdad» filosófica o política, es algo asqueroso. (El tiempo doblado)
Fui educado en el hecho de que el mayor de los dolores no viene zumbando desde un planeta lejano, si no desde la profundidad del corazón. (Introducción a «The best of PDK»)
Eventualmente, la muerte nos atrapará a todos. (Nuestros amigos de Frolik 8)
Toda la creación es un lenguaje y nada más que un lenguaje que, por alguna razón inexplicable, no podemos leer afuera ni escuchar adentro. Por tanto, afirmo que nos hemos convertido en idiotas. (Sivainvi)
Lo primero que descubrí es que he muerto, que nunca viví para hacerme adulto... (Muñecos cósmicos)
Realidad es lo que no desaparece aun cuando hayas dejado de creer en su existencia. (Sivainvi)
Si alguien hubiese descubierto un sistema de predicción de azar eficaz, estaría utilizándolo, no vendiéndolo. (Lotería Solar)
Entonces, el verdadero nombre de la religión... es muerte. (Sivainvi)
Un hombre es el modo en que un espermatozoide produce otro espermatozoide. (Laberinto de Muerte)
Era uno de esos trucos típicos de la mente femenina: llegado un momento, siempre tenían que eludir la realidad y ponerse a arrojar culpa hacia todos lados, hacia cualquiera que estuviese a su alcance. (Tiempo de Marte)
Afuera la tormenta arreciaba sobre la casa. Los ocasionales relámpagos iluminaban su interior de muebles viejos y cortinas pesadas. La casa olía a encierro. Por sus paredes cubiertas de moho se deslizaban hilos de agua babosa y fría. La casa entera estaba poblada de charcos. Su dueño no tenía tiempo para hacer las refacciones. Había llovido toda la semana, y probablemente llovería durante la siguiente también.
Angel miró la imagen que el espejo del botiquín le devolvía. Parecía cansado. Mal dormido. La barba crecida. Estaba pálido. Trató de recordarse a sí mismo como era antes, como había sido antes de la epidemia. No pudo.
No podía ir más atrás del día en que Luz cayó enferma. Murió tres horas después de comenzado el violento ataque de fiebre. Igual que millones. Como miles de millones en todo el mundo. En este punto su mente se paralizaba ante el esfuerzo por abarcar la verdadera magnitud del desastre. Desistió del intento; demasiada presión, que no necesitaba ahora. Y liberado de su inmovilidad, su pensamiento derivó en simples imágenes concretas. Morían en la calle. Morían en sus trabajos. En las canchas de fútbol. Haciendo el amor, de a dos, de a diez, de a miles. Morían en puñados, morían como hormigas, morían sin tener tiempo a despedirse. Controles sanitarios desbordados, y el absoluto descontrol que reina donde sólo pueden sobrevivir los más rápidos, fuertes o afortunados. Y ahora la tormenta, arruinándolo todo.
Angel fue afortunado. Su mujer murió y él no. Su mujer murió en sus brazos, jurándole amor eterno, y él siguió vivo. Por lo que pudo leer en los diarios de esos días, todo parecía haber empezado en algún punto de Ecuador, cerca de la frontera con Perú. los diarios de allí daban cuenta de centenares de miles de muertos, y de embotellamientos en las rutas de salida de las ciudades. Y de incidentes armados. Un mes después, la población de América Latina se encontraba casi exterminada y la peste llegaba a Norteamérica y la costa atlántica de Europa.
La terrible, exhuberante América, parecía devolver a la aguerrida Europa las viejas plagas, potenciadas un millón de veces. Y Europa apuró su trago hasta el fondo. Y también Asia, a su turno. Las filmaciones de China muestran un hormiguero en etapa de destrucción.
Dada la inusitada velocidad de propagación, todas las investigaciones que se intentaron habían quedado inconclusas. Sus investigadores se morían. Angel había formado parte, gracias a sus estudios de genética, de uno de los tantos proyectos que se habían emprendido. Pero también éste había quedado trunco. Angel miró por la ventana. Un relámpago iluminó la vieja camioneta. Resistió la tentación de salir con ese temporal. No podía, no debía correr riesgos. y sin embargo, el tiempo le corría ahora en contra. ¿Cuánto esperar? ¿Un día, dos días más? Lo mejor, ahora, era tratar de dormir.
La mañana siguiente Angel despertó empapado en sudor. La claridad entraba por la ventana. Se asomó. La lluvia había cesado, y el sol empezaba a levantarse detrás del mar. Iba a ser un día fresco, tal vez ventoso. Por primera vez en mucho tiempo, Angel se sintió bien. Se supo capaz de tomar el destino en sus manos, y hacerlo suyo. El tiempo se le presentaba infinito, ancho, tendiéndole la mano. Y en esa mano había una oportunidad dorada. Sin vestirse siquiera, tomó las llaves de la camioneta y salió corriendo de la casa.
Era Aquiles, y Hércules, y Sansón, y los dioses incas y egipcios, todos ellos amasados y confundidos y si resultaba vencedor las generaciones venideras cantarían loas a él, el supremo de todos. Sonrió ante este pensamiento. Bajó de la camioneta. Entró a la casa. Desparramó sobre la mesa las jeringas, los frascos, las pastillas, las gasas, las botellas de alcohol. Todo iba a andar muy bien. Sólo había que curar una simple gripe. Había salido el sol al fin. Una simple gripe.
Se puso de pie y tomó la jeringa cargada en su mano temblorosa. Iba a aplicar un antídoto en la persona más importante que jamás hubiera existido en la historia del hombre.
En el cuarto, detrás suyo, agonizaba la última mujer del mundo.
Como yo lo veo, hay en el hombre, amorfo como es, pánico de la forma; hay también deseo por alcanzar una forma , deseo que nace como reacción a ese terror y que se orienta a la caza de un bálsamo tranquilizante.
Me pregunto quién soy yo. Después me pregunto quién es yo. Y pienso con cuanta audacia Descartes se pronunció existente por pensar.
Bah... quisiera escribir cosas más entretenidas y que quien ingrese a este blog se vea envuelto por mis palabras, irresistiblemente seducido a dejar un mensaje, atrapado por la trampa genial que le tiendo.
Es un anhelo hecho de fantasías que se entrecruzan con fantasias. La verdad, me digo a mí mismo, es que a mis treintayuno todavía no logré nada. Nada que trascienda, nada que exprese algo más que mis lamentos y una torpe, tímida vocación por la escritura.
Quién es yo. Quién sueña mis sueños, quién se obstina en mis deseos. De quién es la mano que empuña el cepillo de dientes cada mañana, de quién esos ojos que me adivinan desde el pozo de mi rostro.
¿Y si no puedo? ¿Y si nunca puedo alcanzar lo que deseo? ¿Y si me estrello contra el suelo luego de carretear un corto vuelo? Lo que más dolerán serán las risas. De miedos como éste está empedrado el camino de los que fracasan, ya lo sé. Ya sé, sí, que intentar y no poder no es fracasar, que fracasar es no abrir el candado, dejar la puerta cerrada, no saltar, quedarse inmóvil.
Pienso en esos animales del fondo del mar que para sobrevivir permanecen inmóviles mientras el predador los ronda. A pura sensación (su mente no está lo bastante desarrollada como para razonar lo que están haciendo), a pura sensación física, a pura electricidad, a puro vértigo irracional, así se juegan su oportunidad de quedarse acá un ratito más y, con suerte, procrearse.
Agazapada, la ausencia de algo para decir me ha saltado encima con todo su peso.
¡Maldición! Mi presa se acaba de escapar nuevamente.
En Avenida de MAyo al 600, me dicen que ayer vendieron dos tomos (no recuerda cuales) de El idiota de la familia, de Sartre sobre Gustave Flaubert. A mí me falta el tercero. Ayer nomás, vendió dos tomos... hijo de puta...
Si alguien que lee esto lo tiene, estoy dispuesto a ofertar por él, lo cual incluye la entrega de mi cuerpo firme y suave. Si la poseedora del libro es una agraciada dama, mucho mejor, si es un rudo estibador o un rancio profesor de literatura, la entrega del billete se cancela. Por cierto, el asunto es contraentrega.
¿Qué pasa con estos libros que nos encuentran? ¿Es el azar el que hace que de la nada nos caiga, literalmetne, un libro dado en las manos, en un momento determinado de nuetsras vidas? Tengo la teoría de que no sólo los libros muerden, sino que además huelen a sus presas.
¿No era yo, al comienzo, el cazador en busca de su presa?
(...) ¡Cómo envidiaba a aquellos literatos, sublimados ya desde la cuna y evidentemente predestinados a la Superioridad, cuya alma ascendía sin cesar, como si alguien con una aguja les pinchase las asentaderas, escritores
serios que se tomaban sus almas en serio y quienes con facilidad innata, con grandes sufrimientos creadores, operaban dentro de un mundo de conceptos tan elevados y para siempre consagrados que casi el mismo Dios les resultaba
vulgar e innoble! ¿Por qué no es permitido a cada uno engendrar una novela más sobre el amor o denunciar con el corazón vehementemente torturado alguna injusticia social, transformándose en un Luchador del Pueblo? ¿O escribir
versos y en un Poeta convertirse y creer en la noble misión de la poesía? ¿Ser talentoso y con el talento alimentar y elevar a las muchedumbres de almas no-talentosas? ¡Ah, qué satisfacción; sufrir y torturarse, sacrificar y quemarse en el altar, mas siempre en las alturas, dentro de categorías tan sublimadas, tan adultas! Satisfacción para sí mismo y satisfacción para los demás: realizar su propia expansión a través de milenarias instituciones culturales con tanta seguridad como si se pusiese dineros, en un banco. Pero yo era ¡ay de mí! un adolescente y la adolescencia era mi única institución cultural. Doblemente atrapado y limitado: una vez por mi pasado infantil del que no podía olvidarme; otra vez por el concepto infantil que otros tenían de mí,
esa caricatura de mí mismo que ellos guardaban en sus almas... era un melancólico esclavo de la verdura, ay, un insecto prisionero del denso matorral.
¡No sólo molesta, sino peligrosa situación! Porque los maduros a nada tienen tanto asco como a la inmadurez, y nada les resulta más odioso.
Ellos soportarán fácilmente al espíritu más destructivo a condición de que actúe dentro del marco de la madurez. No les asusta un revolucionario que combate un ideal maduro con otro ideal maduro y que, por ejemplo, destroza a la Monarquía con la República o, al contrario, despedaza a la República con la Monarquía. ¡Hasta lo ven con agrado cuando funciona bien el sublimado, maduro negocio! Pero si, en alguien huelen la inmadurez, si huelen al jovencito, se echarán sobre él, lo picotearán hasta matarlo, como los cisnes picotean al pato, lo aplastarán con su sarcasmo. Entonces, ¿cómo terminará todo eso? ¿Adónde llegaré por ese camino? ¿Cómo se ha originado en mí (pensaba yo) esa esclavitud de lo informe, esa fascinación por lo verde; acaso porque provenía de un país rico en seres no pulidos, primitivos y transitorios, donde
ningún cuello queda bien a nadie, donde más que la melancolía y el destino son los incapaces y perezosos quienes se quedan por los campos gimiendo? ¿O puede ser porque vivía en una época pasajera que a cada rato inventaba lemas y muecas y en convulsiones retorcía su rostro de mil maneras?...
El alba pálida entraba por la ventana, y yo, mientras hacía así el balance de mi vida me sacudía entre sábanas una risita indecente, roja de vergüenza, y estallaba yo en una impotente, bestial carcajada mecánica y piernal, como si alguien me hiciese cosquillas en el talón, ¡como si no fuese mi rostro, sino mi pierna la que carcajeaba! ¡Había que acabar con eso de una vez por todas, romper con la infancia, tomar la decisión y empezar de nuevo; había que
hacer algo! Y entonces me iluminó de repente este pensamiento sencillo y santo: que yo no tenía que ser ni maduro ni inmaduro, sino así como soy... que debía manifestarme y expresarme en mi forma propia y soberbiamente soberana, sin tomar en cuenta nada que no fuera mi propia realidad interna. ¡Ah, crear la forma propia! ¡Expresarse! ¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio, fermentado! ¡Que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie! ¡La excitación me empuja hacia el papel! Saco el papel del cajón y he ahí que empieza la mañana, el sol inunda el cuarto, la sirvienta trae café con leche, medialunas y yo, entre las formas relucientes y cinceladas, empiezo a escribir las primeras páginas de una obra, de mi propia obra, de una obra como yo, idéntica a mí, proveniente de mí; de una obra que soberanamente me afirma contra todo y contra todos, cuando de
repente suena el timbre, la sirvienta abre la puerta y aparece en ella T. Pimko, doctor y profesor o mejor dicho maestro, un culto filólogo de Cracovia, pequeño, debilucho, calvo y con lentes, con pantalones rayados y chaqueta, uñas sobresalientes y amarillentas, zapatos de gamuza, amarillos.
¿Conocéis al profesor?
Extraido de Ferdydurke, de Grombowicz, que me dispongo a leer con apetito voraz. Tengo muchas expectativas que creo se cumplirán con creces; me lo recomendó mi amiga, Gabriela López Zubiría.
¿Qué hay a las tres de la mañana de un miércoles? Las luces entran por una ventana y acarician un techo plano, blanco, nuevo. Tiempo, tiempo, tiempo... trancurre como algodonado, así, denso, pesado, pegajoso... Vueltas entre las sábanas con la mente clavada en un pensamiento que la atraviesa como una mariposa.
Tic... tac... tic... tac... tic... tac... implacable... Se supone que acabo de perder otros diez segundos, o de ganarlos. Acaso la vida, este ir de un punto a otro, no sea más que una sucesión interminable de segundos a su vez interminables. Y cada tanto, mirar por la ventana y apreciar los cambios en el paisaje, si tenemos suerte.
Tres de la mañana de un miércoles, ¿qué existe a las tres de la mañana de un miércoles? Gente haciendo el amor, cojiendo, masturbándose, es en lo primero que pienso. Gente estudiando. Los pobres diablos que trabajan cuando deberían estar durmiendo junto a sus esposas, también existen, sus ruidos entran junto con la luz por mi ventana.
El eterno perro, el eterno gato, las cucarachas, las moscas, los peces no, a esa hora están en otra parte, las heladeras y su ronronear, alguna tv encendida llenando de blancura lechosa una habitación de hotel o de matrimonio.
En alguna parte una adolescente está a punto de abrirse de piernas ante un tipo que la dobla en años. El humo de un cigarrillo se enfría en el pulmón de un hombre y una sustancia negra y brillosa se adhiere a sus paredes.
Todo sin rumbo, sentido, orden, todo cae de una manera tan compleja... que se artciulan unas cosas con otras y el efecto nos parece, por conocido, razonable...
Hay un lugar en el universo donde a las tres de la mañana de los miércoles las aventuras te explotan en la mano. Hay otro lugar donde al caer, las cosas (que no son más que una), asumen para quien las contemple con cuidado la forma de la calesita a la que íbamos de niños...
No hace falta introducción al tema... disfrútenlos.
4. Muchas ánimas de difuntos se ocupan exclusivamente de lamer las orillas del río de los muertos, porque procede de nuestro mundo y mantiene todavía el sabor salado de nuestros mares. Entonces el río se eriza de repugnancia, invierte la corriente y arrastra de nuevo a los muertos hacia la vida. Ellos, sin embargo, están felices, entonan cánticos de gratitud y acarician las indignadas aguas.
6. El instante decisivo del desarrollo humano es continuo. Por ello los movimientos revolucionarios que declaran la nulidad de todo lo acaecido con anterioridad tienen razón, pues todavía no ha ocurrido nada.
9. A es muy engreído. Cree haber progresado mucho respecto al Bien, ya que se siente sometido, por lo visto como un objeto constantemente seductor, a cada vez más tentaciones procedentes de direcciones que hasta ese momento desconocía por completo.
10. La explicación correcta es, sin embargo, que un gran demonio le ha poseído y que la infinidad de los pequeños se acerca para servir al grande.
13. El primer signo del conocimiento incipiente es el deseo de morir. Esta vida parece insoportable, cualquier otra, inalcanzable. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se solicita que nos lleven desde la antigua y odiada celda a una nueva que, a partir de ese momento, aprenderemos a odiar. Un resto de fe contribuirá a ello. Durante el transporte pasará casualmente el Señor por el corredor, verá al prisionero y dirá: «A éste no debéis encerrarle de nuevo, viene conmigo.»
20. Unos leopardos penetran en el templo y beben de las copas sagradas hasta vaciarlas del todo. Este hecho se repite una y otra vez. Finalmente se hace previsible y se convierte en parte de la ceremonia.
48. Tener fe en el progreso no quiere decir que ya se haya producido algún progreso. Eso no sería tener fe.
74. Si lo que en el paraíso supuestamente se destruyó, era destructible, entonces no era decisivo; si era, sin embargo, indestructible, entonces nuestra fe es falsa.
76. Ese sentimiento: «aquí no anclo» - ¡Y, al mismo tiempo, sentir alrededor la marea creciente y agitada!
84. Fuimos creados para vivir en el paraíso; el paraíso estaba destinado a servirnos. Nuestro destino fue cambiado, que lo mismo ocurriera con el destino del paraíso, no ha sido dicho.
(De El Proceso)
-Aquí están mis documentos de identificación.
-¿Qué nos importan a nosotros sus papeles? -gritó el vigilante alto-. Usted se comporta como un niño enfadado. ¿Qué quiere usted? ¿Pretende que, al discutir con nosotros, los vigilantes, sobre legitimación y orden de detención, termine con mayor rapidez su gran y maldito proceso? Somos empleados del nivel más bajo, que no entendemos nada de documentos de identidad y que no tenemos nada que ver con su causa excepto por el hecho de vigilarle diez horas diarias, para lo que se nos paga. Eso es todo lo que somos, sin embargo somos capaces de darnos cuenta de que las altas autoridades, a cuyo servicio estamos, antes de disponer una detención semejante se informan con exactitud sobre los motivos de la detención y sobre la identidad del detenido. No hay ningún error. Nuestras autoridades, tal y como las conozco, y sólo conozco los grados más bajos, no buscan la culpa en la población, sino que, como dice la ley, se ven atraídas por la culpa y tiene que enviarnos a nosotros, los vigilantes. Eso es ley. ¿Dónde podría haber un error?
-Esa ley no la conozco -dijo K. -Peor para usted.
-Sólo existe en sus cabezas -dijo K, que quería penetrar de algún modo en los pensamientos de los vigilantes, ponerlos a su favor o familiarizarse con ellos.
Pero el vigilante sólo dijo de un modo reservado:
-Ya se hará que usted la sienta.
Franz se inmiscuyó y dijo:
-Mira, Willem, lo confiesa, no conoce la ley y al mismo tiempo afirma su inocencia.
-Tienes razón, pero no hay manera de que comprenda nada -dijo el otro.
Estoy aquí, en la ciudad, desde hace ya más de veinte años. ¿Puedes imaginarte lo que eso representa? Veinte veces he pasado aquí cada estación del año (...). Los árboles han crecido durante veinte años, qué pequeños deberíamos volvernos entre ellos. Y todas esas noches, ya sabes, en todas las casas. Una vez nos apoyamos en esta pared, otras en aquella, así la ventana gira a nuestro alrededor.
25 de octubre. Triste, nervioso, corporalmente mal, miedo de Praga. En la cama.
- El mundo horrible que tengo en la cabeza. Pero cómo liberarme y liberarle sin tener que desgarrar. Y es mil veces mejor desgarrar que retenerlo o enterrarlo en mi interior. Para eso estoy aquí, eso me es del todo claro.
(Diarios)
- ¿Te he dicho alguna vez que admiro a mi padre? Que él es mi enemigo y yo el suyo, como está determinado por la naturaleza, ya lo sabes, pero además mi admiración por su persona es quizá tan grande como el miedo que le tengo.
(A Felice)
- El escritor que hay en mí morirá, naturalmente, enseguida, pues una figura semejante carece de suelo, de consistencia, no es ni siquiera de polvo; sólo es posible en la vida terrenal más absurda, sólo es una construcción de la sensualidad. Éste es el escritor. Yo mismo, sin embargo, no puedo seguir viviendo, puesto que no he vivido. He permanecido siempre barro, no he logrado que la chispa se convirtiese en fuego, sólo la he utilizado para iluminar al cadáver. Será un entierro peculiar: el escritor, algo, por consiguiente, inconsistente, entregará al viejo cadáver, al cadáver de siempre, a la tumba.
(A Max Brod )
- La muerte tuvo que sacarle de la vida del mismo modo en que se saca a un inválido de una silla de ruedas. Estaba aferrado a la vida con la misma fuerza y peso con los que el inválido se sentaba en la silla de ruedas.
(En: Fragmentospóstumos)
- El suicida es el preso que ve cómo levantan una horca en el patio de la prisión, cree erróneamente que está destinada a él, huye de la celda por la noche, baja y se cuelga.
(En: Fragmentos póstumos)
- Amor significa que tú eres para mí el cuchillo con el que remuevo mi interior.
(A Milena)
Amé a una mujer que también me amaba, pero la tuve que abandonar.
¿Por qué?
No lo sé. Era como si estuviera rodeada de un grupo armado, cuyas lanzas apuntaban hacia afuera. Cuando me acerqué entré en su radio de acción, fui herido y tuve que retroceder. He sufrido mucho.
¿La mujer no tenía culpa de nada?
No lo creo, o mejor dicho, lo sé. La comparación anterior no era completa. Yo también estaba rodeado por un círculo de gente armada, cuyas lanzas apuntaban hacia el interior, es decir hacia mí. Cuando intentaba ir hacia la mujer topaba primero con las lanzas de mi gente armada y no podía avanzar. Quizá nunca he llegado hasta el círculo armado de la mujer y si hubiera llegado lo habría hecho ya sangrando y sin conocimiento.
¿Se ha quedado sola la mujer?
No, otro ha podido penetrar hasta ella, fácilmente y sin impedimentos. Yo he mirado, agotado por todos mis esfuerzos, con indiferencia, como si fuese el aire a través del que sus rostros se rozaron en el primer beso.
(En: Fragmentos póstumos)